A pesar de los recursos visuales, plásticos, escultóricos y demás que siempre se han tenido en mente a la hora de escuchar la palabra arte, desde el siglo XX y gracias al avance de la tecnología hemos ido ampliando el marco de actuación del arte, llevándolo a territorios como el digital o el urbano. En este sentido, hoy seguimos esa línea de nuevos recursos nacidos fruto de nuestro avance y nos centramos en el arte sonoro. Este engloba diferentes aspectos como las nociones que tenemos de sonido, escucha y audición. Debido a las amplias posibilidades y registros que podemos encontrar tanto en el mundo natural —vía sampling— como en convergencia con objetos artificiales, se trata de un arte interdisciplinar e intermedia.
Dentro de este existen ámbitos como el de la acústica, la exploración del cuerpo humano, la tecnología o las inabarcables experiencias que puede ofrecer la música electrónica. Sobre esta última, dentro del panorama occidental, uno de los pioneros en la experimentación sonora fue Luigi Russolo y sus famosos intonarumori. Estos fueron unos instrumentos musicales inventados por el artista italiano a principios del siglo XX, eran generadores de ruido acústico que permitía modular el sonido. Era la traducción práctica de su manifiesto El arte del ruido, en el que mostraba la intención de generar ruido a través de diversos artefactos o incluso medios de transporte. Un proyecto influenciado por su visión futurista, la cual compartía también en el ámbito de la pintura, y que un siglo después, ha sido referencia para una cantidad nada despreciable de artistas electrónicos que siguen jugando con los límites sonoros que la tecnología puede ofrecer.
Asimismo, el arte sonoro también está íntimamente relacionado con otros campos como pueden ser el arte conceptual, el minimalismo, proyectos experimentales de música, teatro o poesía en la que el sonido juega un papel fundamental para crear ambientaciones de todo tipo. Por sus características puede ser utilizado en prácticamente cualquiera de estos, ya sea con un papel prioritario o secundario, generando diferentes sensaciones que pueden ser vitales a la hora de entender algunas obras. Y casi por cualquiera con un mínimo de medios. Tenemos cantidad de ejemplos de lo que el arte sonoro puede ofrecer, desde el Museo de Arte Extemporáneo que se desarrollaba en Elche, hasta lo que puede dar de sí la tecnología en evento como el Sónar+D o las experimentaciones del célebre John Cage, uno de los pioneros de esta parcela artística. Destacó por el uso de forma no ortodoxa de los instrumentos, por sus composiciones para la danza, la música aleatoria y por entrar en el terreno de la música oriental. Fue un compositor transversal del que se pueden encontrar obras en la poesía, filosofía o la teoría musical.
Así pues, podemos convenir en que el arte sonoro es aquél en el que el sonido es un eje fundamental, el vehículo de expresión de una determinada obra, dado que cualquier obra audiovisual, por ejemplo, tendrá sonido o música, pero no es esta la que vertebra el corazón de la misma. Claro que también hay que tener en cuenta que los límites están bastante difuminados para saber hasta dónde una obra puede ser considerada arte sonoro como tal, ya que sobre todo en las últimas décadas, gracias al avance de la tecnología y los nuevos soportes, las posibilidades son amplísimas. Por lo que podemos acabar desbordados dado el amplio abanico que nos ha traído tecnológicamente el siglo XXI. Lo único claro es que el arte sigue siendo un mundo fascinante en el que cada día hay más oportunidades y proyectos que casi suponen retos para quien los presencia.